Volverte a ver ~ Less ~

Desde el día de la fiesta de inauguración del crucero, Samuel no dejaba de pensar en Leslie. Había pasado solo un día de aquel evento, y ya la pensaba. Se sentía extraño, él sabía que no era amor, así jamás se había manifestado ese sentimiento y eso que era un joven muy enamoradizo. Entonce, si no era amor ¿Qué era? Se preguntaba saliendo de su camarote para caminar hasta la biblioteca, único lugar que le gustaba de ese crucero.

Al entrar, cerro sus ojos y con su sentido del olfato, olió el aroma de los libros que ambientaban la amplia biblioteca. Podía observar desde la entrada todos los libros, aunque él solo estaba interesado por un tema especifico. Se acerco a la bibliotecaria quien le indico en que sección se encontraba los libros de poesía. Estaba inspirado para hacer una poesía, y como siempre, consultaba a las mayores obras poéticas de los mejores poetas de las diversas épocas, aunque su poeta inspirador era Becquer. No había una poesía que no le gustara de ese autor. Cuando dio con uno de sus libros, lo tomo entre sus manos y se encamino hasta la mesa, en donde se sentó, se coloco los audífonos de su teléfono móvil que reproducía una hermosa melodía que le transmitían los violinistas. En compañía de esa melodía, que era de Yiruma: The river flows in you.

Con tranquilidad leía cada poesía, imaginando una situación que hablaba y describía el autor, haciendo que Sam escribiera en una hoja blanca con una pluma negra una hermosa estrofa:

Terminando de escribirlo, cierra el libro y mira todo a su alrededor, sintiendo en él la necesidad de encontrarla ahí, de verla con su sonrisa que lo hacía feliz. Cuando miro hacia su izquierda, vio esa sonrisa que lo envolvió en una felicidad que ni él se lo explicaba de donde provenía. Solo sabía que era nuevamente feliz.

Lesslie había despertado esa mañana con mucha hambre y además demasiada curiosidad por conocer aquel enorme barco que debía tener mil y un lugares para conocer. Pronto se levantó de la cama, se vistió rápidamente con un simple jean, una camisa enorme que había comprado en un puesto de ropa usada en su ciudad y se calzó unos converses bastante cómodos para caminar,no se puso nada de maquillaje y se dejó el cabello suelo. Antes que nada fue por algo de comer. Estuvo paseando bastante tiempo, algunos lugares dejó para recorrer en otra ocasión cuando estuviese vestida más decentemente. En uno de los pasillo vio en un cartel escrito en varios idiomas la palabra "Biblioteca" por lo cual decidió entrar de inmediato, se dirigió a la sección de ficción, pues le encantaba leer historias, en realidad se consideraba una amante de las historias, pero en especial le gustaba un autor latinoamericano, Gabriel García Marquez, su manera de relaar y explicar cada escena le hacía transportarse allí casi de inmediato.

Estuvo paseándose entre las repisas bastante tiempo hasta que de repente en una de las mesas de la sección de poesía vio un chico rubio, bastante lindo, al que no reconoció de inmediato, solo pudo saber de quien se trataba cuando la miró de aquella manera, con esos ojos tristones y asustadizos de un color tan bonito. Entonces dejó el libro que estaba por tomar nuevamente en el escaparate y caminó hasta él.
-He Sami, que escurridizo eres he, ayer te busqué y no te encontré por ningún lado.-Se sentó a su lado y vió el libro que tenía en sus manos, uno de Becquer, entonces pensó que solo una persona tan tierna como él podría leer a un poeta tan dulce y tierno como Becquer, ella no era muy fan de la poesía, pero siempre había admirado la simplesa y dulzura de Becquer.

-¿Cómo estás?-Preguntó realmente interesada en cómo se sentía, pues la vez anterior parecía haberse asustado o afligido por algo por la manera en la que se escabulló. Se quedó esperando la respuesta y pensando en que tal vez no le caía bien al chico y que lo mejor que podría hacer es dejarlo en paz, pero había algo especial en él que le decía que no era así.- La biblioteca es un buen escondite, no es un lugar donde uno se encuentra chicos apuestos....-bromea y luego larga una carcajada.- Ha sido muy malo... lo sé.

Él no pudo evitar sonreír al verla acercándose a él, más cuando la escucho hablar. Era inexplicable del por qué con ella podía ser sociable, pero le gustaba hablar con esa mujer que era excelente con él.

Sonrió ampliamente cuando le había dicho que era un escurridizo, y se sintió importante cuando ella admitió que lo había estado buscando. Sonrió con sinceridad y nuevamente se sintió nervioso cuando ella tomo asiento a su lado; y algo avergonzado también, por ver que ella observaba el libro que él estaba hojeando. ¿Qué chico de su edad y de su físico leería algo como Becquer? Él se cuestiono exactamente eso, y se sintió avergonzado, cuyo sentimiento se esparció al escucharla preguntando cómo él se encontraba. nuevamente se sintió importante, aunque no dijo nada por sentir nuevamente cohibido. Otra vez estaba resguardándose, y supo que ella lo percibió ya que volvió a hablar.

Él río por lo bajo al escucharla decirle una verdad tan cierta. ¿Quien podría creer encontrarlo en una biblioteca? No era su escondite, solo era su lugar preferido del crucero.

- No fue malo, me causa gracia... -. Al creer que se había expresado mal, se puso nervioso -. Eh... digo... me causa gracia tu manera de ser. Lo siento... no quise decir eso, es que... No sé como explicarme...

Dijo tartamudeando por sus nervios que lo carcomían en ese mismo instante. Mientras por otra parte, se sentía que se estaba exponiendo como el más ridículo de todas las épocas. Bajo la mirada sintiéndose mal y avergonzado.

Le gustaba mucho cuando sonreía, le gustaban las líneas que se le hacían alrededor de la boca cuando lo hacía y sus dientes blancos y brillantes como los de un modelo de pasta dental, pero lo que más le gustaba definitivamente eran sus ojos claros y brillantes, con cierto estibo de tristeza en ellos, pero a la vez transparencia, inocencia que tal vez ni el mismo sabía que tenía. No podía dejar de sonreír mientras lo miraba.

Largó una carcajada al oírlo, cada vez se enternecía más por aquel chico, solo una vez había visto alguien así y estaba convencida de que ese tipo de personas eran las mejores personas del mundo, pensaban haber llegado al mundo solo para sufrir y en realidad conseguían hacer felices a muchas personas tan solo mostrando su brillante sonrisa, porque ese tipo de sonrisas, las que vienen de personas con ojos tristes son las más hermosas del mundo.- No te preocupes, yo entendí.- Rodeó su espalda con uno de sus brazos y acarició su hombro por un momento cortísimo, no quería hacerlo sentir incomodo nuevamente.

-No leo mucha poesía, pero mi papá una vez me regaló uno de él, el de "Rimas & Leyendas" y me gustó mucho... -Sonrió y tomó el libro.- Es muy sencillo.-volvió a mirarlo, a los ojos, volvió a sonreirle.-¿Te gusta?-Preguntó aunque sabía que era bastante obvio él entre todos los poetas en aquella estantería había tomado aquel libro.

No podía creer que ella fuera así con él. Nuevamente había dejado de pensar que estaba siendo el ridículo ante ella, porque su manera de tratarlo lo hacía cambiar de parecer. Se sentía confortable, inclusive feliz por tenerla a su lado. Sabía que se estaba encariñando con ella, pero solo entendía que era como amiga y nada más. Se preguntaba como había llegado a quererla y sentirla como tal, pero se confortó cuando sintió ese leve afecto cuando acarició su hombro.

Se sintió avergonzado por esa cercanía, sus nervios volvieron a controlarlo, solo que seguía observándola a los ojos en donde pudo sonreírle por oír de sus hermosos labios que había comprendido lo que él había enredado con sus palabras y nervios. Se sintió por primera vez comprendido y entendido. Dentro suyo sabía que era especial, y que su belleza interna superaba lo que ya era de hermosa por fuera.

Admiraba su sencillez y su calidez de persona que hacían que él la admirara como jamás admiro alguna chica antes. Sabía que las mujeres morían por la belleza externa de él y cabía la idea que ella fuera igual, pero no hacía ni intentaba alejarla sino que la quería junto a él. Ella tenía algo que lo hacía sentir seguro y feliz después de toda su dura realidad.

- Ese libro es mi favorito, mi abuela me lo regalo ni bien salió a la venta -. Le responde viendo el libro, sonriendo para él mismo al ver que ella no se estaba riendo por ser un 'hombre' que le gustaba la poesía y todo lo que se le asemejara -. Becquer es un poético como pocos, con sencillas palabras dice más de lo que un político puede decir en un discurso de reelección. Dice muchas verdades con esas metáforas que a veces me pregunto como es que lo logra...

Sus mejillas se ruborizaron con temor al ver que estaba hablando más de lo que habituaba hablar. Pero la risa y sonrisa de Lesslie, lo confortaba y lo hacía sentir seguro en sí.

- Me encanta, Becquer es mi inspiración -. Volvió a decir con seguridad mostrando su sencillo párrafo, el cual se lo extendió -. Te recordé y es la verdad... tu sonrisa es eso para mí...

Dijo casi audible, ya que, aunque se avergonzaba por dejar expuesto sus verdades, se sentía aliviado de algún modo por poder decirle todo lo que creía y sentía a ella, que le daba una confianza y seguridad como ninguna otra persona logro en él.

Lesslie se alegraba mucho de poder oír la voz de Samuel en más de dos palabras nerviosas, le comenzaba a caer demasiado bien, mucha gente le caía bien en realidad, pero ella no le solía caer muy bien a la gente y al parecer a él no le caía mal. Eso la hacía sentirse bien, olvidarse de lo triste que había estado hasta hace poco, que había creído que jamás iba a conocer a una persona como Ciel, bueno, era cierto que jamás iba a conocer alguien como él, pues porque era único, cada persona era única, como ella, como el mismo Samie. Pero ahora estaba convencida de que si existía los chicos así y no solo se había tratado de un sueño.

Sonrió y leyó la hoja que le había pasado, de inmediato sus mejillas se pusieron muy rojas, le causaba una sensación extraña que él sintiera o pensara eso de ella. Se cubrió la boca por un momento y se quedó en silencio.-Es... hermoso. Nadie nunca me había dado algo así en mi vida...-se acercó y repentinamente besó su mejilla, sin previo aviso, sin pensárselo, como la mayoría de las cosas que hacía, impulsivamente.- Eres muy lindo.Ahora eres mi poeta favorito.-Se quedó nuevamente mirando el papel frente a ella, con esa perfectisima caligrafía y ortografía, sin poder decir demasiado, ahora ella estaba encantada.- ¡Ay! eres muy lindo.-Hizo una expresión muy tierna y graciosa.- ¿me lo regalas?-Preguntó tomando el papel.

Se quedó un momento en silencio, y para que no se hiciera incomodo comenzó a preguntar.- Y dime Sami ¿Dé donde eres? ¿Y que te hace estar aquí? Yo soy de España, y de Francia.-Agregó.- Y vine porque mi hermana se ganó un concurso, y me invitó.

Sin poder evitarlo, sonrió ampliamente cuando escucho que ella jamás había recibido algo igual, pero lo que más le enterneció fue que ella se sonrojara y tapara su boca con sus manos. Se sentía como si no fuera el único en que se avergonzara cuando recibiera un hermoso halago, en ese entonces, de parte de Less.

Sin embargo, fue él quien se sonrojo y miro sorprendido como aturdido a la misma nada cuando ella de improvisto beso su mejilla. Sintió como sus mejillas se ruborizaron, ya que un fuego quemaba esa zona de su rostro; aunque a su vez, sonrió anonadado, cuya felicidad se traslucía en sus ojos tristes, pero que destallaban de felicidad. Sin saber por qué reaccionaba así, su corazón palpitaba aceleradamente mientras la felicidad ocupaba todo su corazón.

Salió de ese anonadamiento ni bien escuchó que ella lo halagaba como solo ella podía hacerlo para que se sintiera valioso e importante, mientras se enternecía por verla así. Sus expresiones a veces le hacía creer que no era una adolescente, sino una niña dulce y tierna. En ese mismo instante quiso ser como ella, así de impulsiva para abrazarla, pero su forma de ser, por pensar del qué y del por qué antes de reaccionar, impedía que la abrazara.

- Es todo tuyo...

Le respondió entregándole el papel después de firmarlo con su firma. Se juzgaba si era tan maravilloso lo que había escrito como para regalárselo, pero esa duda desvaneció al verla a ella.

- Soy de Estados Unidos, New York y vivo con mis padre en los Suburbios de Manhattan -. Respondió preguntándose del por qué ella era de España y Francia, pero solo se dedico a responder por el momento -. Lo mío es algo más complicado. Yo no quería venir sino que mis padres me regalaron el viaje -. Responde cerrando el libro de poesía para ver directamente a los ojos a Less -. Es que, no soy una persona muy sociable, y mis padres me regalaron este viaje pensando que así eso cambiaría. Que conocería personas, haciéndome más sociable y... así también encontrar amigos. Supongo que eso esta dando resultado...

Respondió viendo a los ojos a Less, sintiendo dentro de él que le encantaba estar en compañía de ella y que amaría ser de ella un amigo. Había algo en él, que quería que ella fuera eso, una amiga que nunca se permitió tener en verdad, sin hablar a partir de una pantalla sino cara a cara, como se estaba dando con Lesslie.

- Me quedo una duda, ¿Por qué dices que eres de España y Francia? -. Pregunto sin poder evitar quedarse con la duda, además que no deseaba en ese momento que la conversación acabara -. Eso si tu quieres responderme...

-Gracias.-Respondió agradecida y encantada con aquel regalo-un poco forzado por ella- del chico. Lo dobló en dos partes y dejó sobre la mesa, debajo de sus manos. Ea un lugar escuchó como Sami le contaba la razón por la que estaba allí y si era posible se enterneció aún más con él.- ¡Que lindo New York!-se emocionó, nunca había visitado ese lugar, pero sabía por las miles de películas que había oído que era un lugar maravilloso, por su historia, sus miles de historias, sus luces, era una ciudad, tal vez la más representativa de las ciudades cosmopolitas, una metrópolis con todas las letras.

-Claro que está dando resultado, mira... ya tienes una amiga.- Sonrió y dió un golpe suave y cariñoso en el hombro del chico.- Y no entiendo cómo un chico como tú, tan lindo y simpático no tenga amigos, lo entiendo de mi, que soy bocona, impertinente etcétera, pero no de ti... ¿Sabes lo que ocurre? No es tu culpa, es culpa de los demás, que se pierden tener a alguien como tú de amigo.-Se encogió de hombros y pasó sus manos sobre el papel distraídamente, volvió a mirarlo luego y comenzó a pensar en su historia, y su manera, casi inebitable, de decir siempre que era de dos lugares, cosa que podía resultar curioso para cualquiera.

-Es que nací en Francia, y vivi allí como hasta los cinco o siete años, y ahora vivo en mi casa en España, con mis padres, y si, en este caso son padres porque tengo dos papás, Marcus y Paul, y gracias a ellos tengo una hermana, Cosette que es quien ganó el concurso y por ella estoy aquí.- Se encogió de hombros.- Después de todo.- se acoodó el cabello quitándolo de su rostro para ponerlo detrás de su oreja.- Soy una persona afortunada, tengo padres increibles, una hermana genial y ahora parece que tendré un amigo genial también.

En cada minuto que pasaba, le agradaba más la forma de ser de ella y por sentir que podían ser amigos. Inclusive, se sentía a gusto al oír de boca de ella que era un amigo. Sus ojos brillaban por si solos, y aunque le parecía curioso que ella tuviera dos papás sabiendo a que se refería, creía que era una gran familia por como ella hablaba en pocas palabras de ellos.

Sin embargo, se había quedado con su respuesta anterior, en que hablaba de su ciudad: New York a un más cuando hablaba de su propósito de estar ahí y de como acusaba a los demás por él no tener amigos. Aunque él creyera que era por él que no era de socializar, sonrió complacido por sentir que ella lo estaba consolando pensando que era culpa de los demás del por qué él no tenía amigos.

- Gracias...

Susurro muy por lo bajo, bajando levemente la cara para evitar que ella viera su leve sonrojo. Se sentía muy halagado por ella, viendo como acariciaba y tocaba aquel papel en que había dejado uno de sus sentimientos y verdades.

- Yo creo que es bueno ser como tú... es decir -. Titubeo buscando como siempre las palabras exactas -. Ser espontaneo y decir lo que uno cree cierto. Tiene su lado positivo. A mi me encantaría tenerte como amiga... -. Dijo mirándola directamente a los ojos sin miedo ni vergüenza, sino con cariño y seguridad acompañado de una sonrisa suya -. Porque... me siento seguro y que no estoy solo para afrontar los problemas y a los demás... no creo sino que lo afirmo en que eres perfecta, hermosa, dulce... y una gran persona con todo lo que implica eso...

Sonrió ampliamente sin bajar la mirada aún, sino mirándola directamente con cariño y seguridad. Afirmando todo lo que decía y sentía, sabiendo que ella lo aceptaba tal y como era. Eso lo confortaba y lo hacia feliz.